María Elena Moyano
Fue una lideresa vecinal que encabezó la lucha de Villa el Salvador contra el terrorismo, sacrificando hasta su propia vida.
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Fuente:[www.amigosdevilla.it]
La infancia y la adolescencia
María Elena Moyano Delgado nació el 29 de noviembre de 1958 en el distrito de Barranco, provincia de Lima. Sus padres fueron doña Eugenia Delgado Cabrera y don Hermógenes Moyano Lescano. Tuvo seis hermanos: Rodolfo, Raúl, Carlos, Narda, Eduardo y Martha. Ella, era la penúltima.
La Comunidad Autogestionaria de Villa El Salvador
En los primeros años de la década de los 70 del siglo XX, cuando en el Perú flameaba la bandera de la revolución “cuasi” socialista del general Juan Velasco Alvarado, se produjo la invasión de miles de habitantes de escasos recursos al desierto de Pamplona. Velasco Alvarado ordenó “una reubicación planificada”, la que motivó el traslado de miles de habitantes hacia el sur de Lima y la formación de la Comunidad Urbana Autogestionaria de Villa El Salvador (CUAVES). En esa oleada humana estuvieron la madre y los siete hermanos Moyano Delgado, separados ya del padre y a quiénes les habían desalojado de la casa y les habían embargado los muebles por no haber podido pagar los alquileres. Ese éxodo lo relataba María Elena de la siguiente manera:
“El primer día fue frustrante venir a un desierto. Recuerdo el primer día: nos dejaron con nuestras cosas. Estábamos mi madre y mis hermanos. Ellos ya eran un poco mayores; se peleaban para ir a comprar las esteras y los palos. Nosotros -mi hermana y yo- teníamos mucho miedo. En la noche recién terminábamos de hacer la choza. Eran cuatro esteras como un cuadrado y una encima. Recuerdo que hacía mucho viento y de noche casi se salía el techo de estera. Era todo oscuro y solo se escuchaba el silbido del viento. No teníamos ni vela. Toda la noche mi hermana y yo no dormimos. Yo, al igual que mis hermanos, le decíamos a mi madre que esto era horrible, le decíamos “¿y ahora qué hacemos?”, pero mi madre solo pensaba que al fin nadie nos iba a votar de las casas alquiladas y que algún día construiríamos nuestra casa. Ella nos indicaba que si no alcanzaba el sitio, que haríamos una escalera de caracol para hacer más dormitorios en el segundo piso”.
Los estudios de primaria y secundaria
Para estudiar, María Elena se trasladaba hasta Surco, varios kilómetros al norte de Villa El Salvador, a un colegio que se llamaba “Jorge Chávez”. “Recuerdo -decía- que salía con mi hermana a las cinco de la mañana a hacer cola para que nos llevara la línea 55, que nos dejaba en la entrada, cerca de Higuereta. De ahí caminábamos creo cerca de media hora. Estábamos en la selección de voley del colegio y regresábamos en las tardes a entrenar”. Para regresar a Surco, tenían que conseguir los reales para el pasaje con mentiras. “Para mi madre - dice María Elena-, todo lo que era estudios era lo primero. A veces le mentíamos que llevábamos cursos en las tardes para que nos diera los pasajes para ir a entrenar”.
Su incursión en la vida universitaria
A los quince años de edad, María Elena Moyano terminó sus estudios en el colegio Jorge Chávez de Surco. Sus hermanos querían que ella y su hermana Martha estudiasen en la universidad, pero, al principio, María Elena se rehusó. Ella y una compañera querían ser oficinistas y se matricularon en un curso de técnica en oficina que ofrecía la Universidad de Lima en una de sus actividades académicas de proyección social. La universidad, según ella, estaba reservada a su hermana, “la más estudiosa de la familia”. Martha se presentó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pero no ingresó. Su hermano Carlos insistió en que postulasen a la Universidad Particular Inca Garcilaso de la Vega. Las dos hermanas se presentaron. “Yo -decía María Elena- le puse la condición a mi madre y mi hermano que yo escogería la carrera. Mi madre se opuso: quería que estudie Derecho. Me decía que yo tenía condiciones. Yo le mentí: le dije que sí postularía, pero me inscribí en Sociología. Además pensaba que no ingresaría: no me había preparado en ninguna academia; solo leía libros de las sociedades. Tengo que decir que lamentablemente ingresé
No a la violencia
María Elena Moyano creía firmemente que la violencia no era el camino para resolver problemas. Ella recordaba esos momentos de su vida con una anécdota muy aleccionadora. Decía: “No me olvido que una vez hubo un encuentro juvenil y nos invitaron. Entonces recuerdo a Yoni, que me decía que no bastaba la Biblia para acabar con los problemas de la juventud. Yo peleaba, tratando de convencerlo a él y al resto de que lo importante era el amor a nuestro prójimo, que fuésemos buenos y unidos y nada más”.
María Elena y sus dudas existenciales
Llegó la hora de ser universitaria y María Elena asiste con entusiasmo a las aulas de la Garcilaso y comienza a cambiar de ideas y actitudes. Entre los años 1973 y 1975 fue presidenta del grupo juvenil “Renovación” que estaba dedicado a la realización de actividades de canto y teatro y a difundir, mediante charlas y mesas redondas, las maneras cómo los jóvenes deberían combatir la drogadicción y la incomprensión familiar. Luego de asistir a las clases de Materialismo Histórico y Materialismo Dialéctico, cursos que por entonces se enseñaba en casi todas las universidades del sistema, se cuestiona a ella misma. “No comprendía, decía, porqué tanto nos esforzábamos nosotros los pobres por estudiar, por conseguir trabajo y no lo podíamos hacer... Me hacía muchas preguntas y llegó un momento en que empecé a cuestionar si existía Dios o no, y si existía ¿por qué permitía que tantos niños se mueran de hambre y por qué existían tantos jóvenes frustrados?”.
Las diferencias se radicalizan
Luego, un grupo de jóvenes universitarios llegó a la Comunidad Autogestionaria de Villa El Salvador y, so pretexto de divulgar su arte, se inmiscuyeron en las actividades del grupo juvenil donde estaba María Elena, hasta que crearon una escuela popular, donde enseñaban los fundamentos ideológicos del marxismo, de la lucha de clases y de la doctrina maoísta. Como los demás integrantes de su grupo se inscribieron a dichas escuelas no le quedó a María Elena Moyano sino hacer lo mismo. Tanta fue la identificación con el mensaje trasmitido en dicha escuela popular que María Elena llegó a renegar de la existencia de Dios y a creer con firmeza que la religión era opio de los pueblos.
Una huelga que marca su espíritu revolucionario
Durante la presidencia de Alan García Pérez hubo mucha convulsión, principalmente en los pueblos jóvenes, donde todo conflicto social se hacía bajo la égida del Comité Central de Lucha. Pues bien, el de Villa El Salvador, en una huelga de los maestros, dispuso que los piquetes de huelga tomen los locales escolares. A María Elena, quien era profesora interina en centros educativos, cubriendo licencias, le tocó estar en el piquete que tenía que tomar el colegio “Pachacútec”, donde estaba la sede del núcleo educativo. Esa época de su vida era recordada por ella con estas palabras:
“El día que se toma el colegio fue mi primera noche fuera de casa. Mi madre estaba desesperada pensando que me había pasado algo, pues vinieron tanquetas. No recuerdo como entraron pues había mucha arena... A partir de entonces esta etapa de mi vida me marca mucho. Yo ya no vivía en casa: vivía en el colegio, el “Pacha”. Dejé mi familia. Durante todo el tiempo de la huelga tenía otra familia. Mi madre era la “Comandante Cero” y mis hermanos los profesores, alumnos y animadoras que estábamos en el colegio. Era nuestra casa. Recuerdo cómo nos turnábamos, con qué disciplina y mística revolucionaria. Todo era tan disciplinado: turnos para cuidar, de vigilancia, en las noches cuidando que llegue la “repre”. La primera noche no dormí ni un instante. Cada vez que veía un carro pasar tocaba un pito y todos salían disparados de sus “camas”, saliendo por las ventanas del colegio. No los dejé dormir nada. No me volvieron a poner de vigilancia ¡Fue tan emocionante! Recuerdo como salíamos temprano, de madrugada a recoger alimentos de los mercados; la solidaridad del pueblo para con nosotros. Era tan hermoso ¡Qué unidad!”.
Su experiencia miraflorina
Se van a vivir solos, en una guardianía de un edificio en Miraflores. María Elena, Gustavo y su hijo viven en la azotea, gratis pero con la responsabilidad de cuidar de todo el edificio. Se convirtió en la “madre y esposa ideal”, pero vivió los ocho meses más largos de su vida porque no podía soportar la indiferencia de la gente.
“Cada uno, decía María Elena, vivía su vida; ni siquiera conversaba con alguien. Solo amanecía para cuidar a mi hijo y esperar el regreso de mi esposo. Recuerdo que durante todos esos años me sentía, por un lado, feliz por mi familia, pero, por otro, me sentía totalmente frustrada como persona. Extrañaba Villa El Salvador, sus reuniones, los vecinos, la vida de mi pueblo”. Corrían los días del año 1983 y en uno de ellos una vecina le increpó a María Elena por la pérdida de unas prendas de vestir que había dejado en la azotea para que se sequen. Le insinuó que podrían habérselo llevado sus hermanos o cuñados que iban frecuentemente a visitarlos. María Elena se enardeció y contestó con furia a cada uno de los insultos, suficientes para que los despidieran de la guardianía.
Regreso a Villa El Salvador
María Elena, su esposo y su hija vuelven a Villa El Salvador, a la casa de la mamá, a su gente. Vuelve también a trabajar en el magisterio, en un colegio particular y en el estatal 6070, cubriendo, en este último caso, una licencia. Llegó a tener un hijo no planificado: David, pero tuvo el aliento de su esposo y de sus familiares. Por entonces, también se desempeñaba como alfabetizadora, trabajando en las noches.
Reconocimiento real y popular. Su muerte
Recibió el premio “Príncipe de Asturias”, distinción que la premió junto a Michael Azcueta, alcalde de Villa El Salvador. En 1989 fue elegida como teniente alcaldesa de la municipalidad distrital de Villa El Salvador, como integrante de la lista del movimiento político Izquierda Unida, que encabezó el señor Michael Azcueta. Las discrepancias con el grupo terrorista Sendero Luminoso se acentuaron a raíz de unos volantes que publicó dicho grupo y donde decía que María Elena se había apoderado del dinero de unas donaciones de entidades del extranjero. En el mes de setiembre de 1991, María Elena, en un comunicado público, desmintió categóricamente tal infamia e increpó a los maoístas muy crudamente, con estas palabras: “... la revolución no es muerte ni imposición, ni sometimiento, ni fanatismo... “.
El 15 de febrero de 1992, a la edad de 33 años, María Elena Moyano, cuando se dirigía a una actividad del Vaso de Leche, fue asesinada por un comando de aniquilamiento de Sendero Luminoso, dejando dos niños, una de 10 años y el otro de 8 años.
Fuente:[Julio Villanueva Sotomayor [identidad-peru-com]]
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