Biografias

José Rufino Echenique Benavente

Destacado político y militar que ejerció la presidencia de Perú en dos periodos donde afrontó una guerra civil producto de tensiones políticas y económicas ocurrido durante su primer gobierno.


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Nació el 16 de noviembre de 1808 en Puno, en una coyuntura de crisis política donde su familia apoyó la causa patriota. José Martín Echenique, su padre, fue originario de Valparaíso (Chile) y alcalde de Puno. Además, se plegó a la causa rebelde de Juan José Castelli, quien, desde Buenos Aires, dirigía el Ejército Auxiliar del Perú, con el objetivo de tomar control del Alto Perú. Pese a la victoria realista, José Martín fue indultado por el virrey, pero se le prohibió volver al sur, por lo que su familia se dividió entre Arequipa y Puno. Así, José Rufino, con apenas cinco años, se encontraba en Puno con su abuelo y tío en el contexto de la rebelión del Cusco de 1814, cuando su familia fue ejecutada. Él se salvó al ser secuestrado por un indígena con quien vivió como pastor por dos años.

En Lima, bajo el cuidado de su tío materno —el futuro arzobispo Jorge de Benavente— estudió en el Colegio del Príncipe. Como los demás miembros de su familia, a la llegada de San Martín, se plegó a los patriotas; luego participó como subteniente en la segunda campaña de intermedios junto con Agustín Gamarra. Apresado en 1823, fue recluido en la Isla de Taquile (Puno) y posteriormente liberado tras la batalla de Ayacucho.

Después de la independencia, prestó su apoyo a Gamarra y participó en la guerra contra Bolivia y la Gran Colombia; además, se enfrentó a los indios realistas de Iquicha (Ayacucho). En la política interna, participó en la rebelión del general Pedro Pablo Bermúdez contra el presidente Luis Orbegoso en 1834. Pero ante la deslegitimación de los rebeldes, llegó a un acuerdo de paz con el presidente y propició el denominado Abrazo de Maquinhuayo (Jauja, 24 de abril de 1834), hecho en el que sus tropas y las del Gobierno procedieron a abrazarse. Posteriormente, Orbegoso lo ascendió a coronel, y cuando este, para enfrentar el golpe de Estado de Felipe Santiago Salaverry, pide apoyo a Bolivia, José Rufino se retira de la vida pública.

Se casó por entonces, en 1838, con Victoria Tristán, hija de Pio Tristán, un influyente y rico personaje arequipeño que fue virrey interino tras la derrota de Ayacucho. Durante la Confederación Perú-Boliviana (1836- 1839), se dedicó a su hacienda de caña de azúcar en Lurín, y mantuvo una relación amable con Andrés de Santa Cruz. Tras la caída de la Confederación Perú-Boliviana, salió de su retiro en apoyo al directorio de Manuel Ignacio de Vivanco, quien lo nombró prefecto de Lima y jefe de los ejércitos del norte. Tras la derrota de Vivanco reconoció a los vencedores. Tal vez por esa actitud y la política de búsqueda de consensos de Ramón Castilla, en 1844, fue ascendido a general de Brigada. Durante el primer gobierno de Castilla, asciende a cargos políticos de importancia: vicepresidente de la república, ministro de Guerra y Marina, y presidente del Consejo de Estado. Esta carrera política ascendente, sus relaciones políticas y sociales, y el apoyo de Castilla le permitieron ganar de forma contundente las elecciones de 1850 ante Vivanco y Domingo Elías.

Su victoria electoral le proporcionó prestigio y poder político, el que demostró al poco tiempo de asumir la presidencia cuando enfrentó con éxito un motín en Arequipa y una conspiración. Exilió a dos de sus más importantes contendores políticos: Miguel de San Román y Vivanco. El poder de su gobierno se debió a dos factores. En primer lugar, el Estado, gracias a la exportación de guano, contó con ingresos fiscales mucho mayores al de su predecesor (de 1850-1851 representó el 5,3 %; de 1852-1853, el 26,3 %; y de 1854-1855, el 43,2 %), lo que le brindó más autonomía, dado que no debía negociar recursos fiscales con las élites locales y, debido al crecimiento del Estado y su burocracia, podía ofrecer puestos de trabajo. En segundo lugar, el grupo político que formó, en las elecciones de 1850, no se había desactivado, razón por la que logró ganar a un buen número de diputados adeptos al Gobierno y una cómoda mayoría en el Congreso. Gracias a esta posición, el Gobierno llevó a cabo importantes medidas y reformas económicas y políticas. Entre las primeras, estuvo el arreglo del pago de la deuda externa con Inglaterra y, por otra parte, debido a los gastos por nuestra independencia, se pagó a Chile, Venezuela, Ecuador y Colombia. Más controvertido fue el pago de la deuda interna, también por los gastos de la guerra de independencia y los bienes tomados en los conflictos posteriores.

En su gobierno se fortaleció la política económica librecambista, por la cual se aprobó el Reglamento de Comercio, que con tasas arancelarias bajas agilizaba el comercio exterior. Echenique se interesó en la explotación de los recursos de la selva: estableció autoridades, firmó decretos para la navegación en los ríos y mandó construir dos vapores. Asimismo, fomentó la inmigración y brindó facilidades a un grupo de colonos alemanes para que se instalen en la selva. Para apoyar a los sectores populares, exoneró el pago de patentes a los artesanos, se abolió el uso del pasaporte dentro del país, se exoneró del pago de ciertos impuestos a los indígenas: pontazgo y derechos judiciales. Restableció las municipalidades —abolidas por la Constitución de 1839— y promulgó el Código civil y de Procedimientos. En su política exterior, defendió la soberanía peruana sobre las Islas de Lobos que algunos norteamericanos pretendían tomar en propiedad y aprovecharse del guano. Respecto de las obras públicas, como menciona en su obra Memorias, muchas quedaron truncas debido a la revolución de 1854. Con todo, durante su gestión se construyeron mercados, puentes, obras de irrigación para los campos y agua potable.

Sus detractores, descontentos por la forma en que había enfrentado la situación con Bolivia —debido a la entrada de moneda feble y bandas armadas al Perú— y el escándalo de la deuda interna —que había repartido dinero de forma ilegal—, afirmaban que Echenique había gobernado en beneficio de un grupo y no del país. El llamado a la revolución no se hizo esperar. Elías y Castilla lideraron la revolución que acabó con su victoria en la batalla de la Palma (1855). Echenique partió al exilio rumbo a Estados Unidos, desde donde se defendió de las acusaciones a su gobierno. De regreso a América del Sur, entre Chile y Bolivia, Echenique conspiró contra Castilla sin éxito. De hecho, llegó de incógnito al Callao y fue apresado, ante lo cual pidió un juicio de residencia al Congreso. Acusado de conspirador, la justicia lo absolvió y el gobierno de Castilla lo exilió a Chile.

El gobierno del general Miguel de San Román le permitió regresar al país en 1861. Ya libre de acusaciones participó en las elecciones del Congreso de 1862, fue elegido diputado por Lima y presidió su Cámara en 1864. Posteriormente, fue elegido senador por Lima en 1868, 1870 y 1872. Participó en las elecciones presidenciales de 1871-1872, donde compitió contra Manuel Pardo. Pese a contar con el apoyo del presidente Balta, declinó su candidatura. Reconoció la victoria de Pardo y como presidente del Congreso condenó la rebelión de los hermanos Gutiérrez. Al poco tiempo, se retiró de la política y residió en Europa. En 1884, fue elegido diputado por Apurímac y formó parte de la Asamblea Constituyente durante el gobierno de Miguel Iglesias. Murió poco después de retornar a Lima el 16 de junio de 1887.
“La reforma que no consolidó”

Nació el 16 de noviembre de 1808 en Puno, en una coyuntura de crisis política donde su familia apoyó la causa patriota. José Martín Echenique, su padre, fue originario de Valparaíso (Chile) y alcalde de Puno. Además, se plegó a la causa rebelde de Juan José Castelli, quien, desde Buenos Aires, dirigía el Ejército Auxiliar del Perú, con el objetivo de tomar control del Alto Perú. Pese a la victoria realista, José Martín fue indultado por el virrey, pero se le prohibió volver al sur, por lo que su familia se dividió entre Arequipa y Puno. Así, José Rufino, con apenas cinco años, se encontraba en Puno con su abuelo y tío en el contexto de la rebelión del Cusco de 1814, cuando su familia fue ejecutada. Él se salvó al ser secuestrado por un indígena con quien vivió como pastor por dos años.

En Lima, bajo el cuidado de su tío materno —el futuro arzobispo Jorge de Benavente— estudió en el Colegio del Príncipe. Como los demás miembros de su familia, a la llegada de San Martín, se plegó a los patriotas; luego participó como subteniente en la segunda campaña de intermedios junto con Agustín Gamarra. Apresado en 1823, fue recluido en la Isla de Taquile (Puno) y posteriormente liberado tras la batalla de Ayacucho.

Después de la independencia, prestó su apoyo a Gamarra y participó en la guerra contra Bolivia y la Gran Colombia; además, se enfrentó a los indios realistas de Iquicha (Ayacucho). En la política interna, participó en la rebelión del general Pedro Pablo Bermúdez contra el presidente Luis Orbegoso en 1834. Pero ante la deslegitimación de los rebeldes, llegó a un acuerdo de paz con el presidente y propició el denominado Abrazo de Maquinhuayo (Jauja, 24 de abril de 1834), hecho en el que sus tropas y las del Gobierno procedieron a abrazarse. Posteriormente, Orbegoso lo ascendió a coronel, y cuando este, para enfrentar el golpe de Estado de Felipe Santiago Salaverry, pide apoyo a Bolivia, José Rufino se retira de la vida pública.

Se casó por entonces, en 1838, con Victoria Tristán, hija de Pio Tristán, un influyente y rico personaje arequipeño que fue virrey interino tras la derrota de Ayacucho. Durante la Confederación Perú-Boliviana (1836- 1839), se dedicó a su hacienda de caña de azúcar en Lurín, y mantuvo una relación amable con Andrés de Santa Cruz. Tras la caída de la Confederación Perú-Boliviana, salió de su retiro en apoyo al directorio de Manuel Ignacio de Vivanco, quien lo nombró prefecto de Lima y jefe de los ejércitos del norte. Tras la derrota de Vivanco reconoció a los vencedores. Tal vez por esa actitud y la política de búsqueda de consensos de Ramón Castilla, en 1844, fue ascendido a general de Brigada. Durante el primer gobierno de Castilla, asciende a cargos políticos de importancia: vicepresidente de la república, ministro de Guerra y Marina, y presidente del Consejo de Estado. Esta carrera política ascendente, sus relaciones políticas y sociales, y el apoyo de Castilla le permitieron ganar de forma contundente las elecciones de 1850 ante Vivanco y Domingo Elías.

Su victoria electoral le proporcionó prestigio y poder político, el que demostró al poco tiempo de asumir la presidencia cuando enfrentó con éxito un motín en Arequipa y una conspiración. Exilió a dos de sus más importantes contendores políticos: Miguel de San Román y Vivanco. El poder de su gobierno se debió a dos factores. En primer lugar, el Estado, gracias a la exportación de guano, contó con ingresos fiscales mucho mayores al de su predecesor (de 1850-1851 representó el 5,3 %; de 1852-1853, el 26,3 %; y de 1854-1855, el 43,2 %), lo que le brindó más autonomía, dado que no debía negociar recursos fiscales con las élites locales y, debido al crecimiento del Estado y su burocracia, podía ofrecer puestos de trabajo. En segundo lugar, el grupo político que formó, en las elecciones de 1850, no se había desactivado, razón por la que logró ganar a un buen número de diputados adeptos al Gobierno y una cómoda mayoría en el Congreso. Gracias a esta posición, el Gobierno llevó a cabo importantes medidas y reformas económicas y políticas. Entre las primeras, estuvo el arreglo del pago de la deuda externa con Inglaterra y, por otra parte, debido a los gastos por nuestra independencia, se pagó a Chile, Venezuela, Ecuador y Colombia. Más controvertido fue el pago de la deuda interna, también por los gastos de la guerra de independencia y los bienes tomados en los conflictos posteriores.

En su gobierno se fortaleció la política económica librecambista, por la cual se aprobó el Reglamento de Comercio, que con tasas arancelarias bajas agilizaba el comercio exterior. Echenique se interesó en la explotación de los recursos de la selva: estableció autoridades, firmó decretos para la navegación en los ríos y mandó construir dos vapores. Asimismo, fomentó la inmigración y brindó facilidades a un grupo de colonos alemanes para que se instalen en la selva. Para apoyar a los sectores populares, exoneró el pago de patentes a los artesanos, se abolió el uso del pasaporte dentro del país, se exoneró del pago de ciertos impuestos a los indígenas: pontazgo y derechos judiciales. Restableció las municipalidades —abolidas por la Constitución de 1839— y promulgó el Código civil y de Procedimientos. En su política exterior, defendió la soberanía peruana sobre las Islas de Lobos que algunos norteamericanos pretendían tomar en propiedad y aprovecharse del guano. Respecto de las obras públicas, como menciona en su obra Memorias, muchas quedaron truncas debido a la revolución de 1854. Con todo, durante su gestión se construyeron mercados, puentes, obras de irrigación para los campos y agua potable.

Sus detractores, descontentos por la forma en que había enfrentado la situación con Bolivia —debido a la entrada de moneda feble y bandas armadas al Perú— y el escándalo de la deuda interna —que había repartido dinero de forma ilegal—, afirmaban que Echenique había gobernado en beneficio de un grupo y no del país. El llamado a la revolución no se hizo esperar. Elías y Castilla lideraron la revolución que acabó con su victoria en la batalla de la Palma (1855). Echenique partió al exilio rumbo a Estados Unidos, desde donde se defendió de las acusaciones a su gobierno. De regreso a América del Sur, entre Chile y Bolivia, Echenique conspiró contra Castilla sin éxito. De hecho, llegó de incógnito al Callao y fue apresado, ante lo cual pidió un juicio de residencia al Congreso. Acusado de conspirador, la justicia lo absolvió y el gobierno de Castilla lo exilió a Chile.

El gobierno del general Miguel de San Román le permitió regresar al país en 1861. Ya libre de acusaciones participó en las elecciones del Congreso de 1862, fue elegido diputado por Lima y presidió su Cámara en 1864. Posteriormente, fue elegido senador por Lima en 1868, 1870 y 1872. Participó en las elecciones presidenciales de 1871-1872, donde compitió contra Manuel Pardo. Pese a contar con el apoyo del presidente Balta, declinó su candidatura. Reconoció la victoria de Pardo y como presidente del Congreso condenó la rebelión de los hermanos Gutiérrez. Al poco tiempo, se retiró de la política y residió en Europa. En 1884, fue elegido diputado por Apurímac y formó parte de la Asamblea Constituyente durante el gobierno de Miguel Iglesias. Murió poco después de retornar a Lima el 16 de junio de 1887.

Fuente: [Presidentes y Gobernantes del Perú - Municipalidad de Lima]



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