Canciones para dedicar por el Día del Padre
Canciones de todos los estilos musicales para dedicar por el Día del Padre.
Lectura .
En nuestro idioma muchos cantautores han dedicado canciones a sus progenitores, entre ellos tenemos a los siguientes:
Mi Viejo - Piero
Es un buen tipo mi viejo, que anda solo y esperando, tiene la tristeza larga de tanto venir andando. Yo lo miro desde lejos, pero somos tan distintos; es que creció con el siglo con tranvía y vino tinto.
Viejo, mi querido viejo ahora ya caminas lerdo; como perdonando el viento, yo soy tu sangre mi viejo, yo, soy tu silencio y tu tiempo. Él tiene los ojos buenos y una figura pesada; la edad se le vino encima sin carnaval ni comparsa.
Yo tengo los años nuevos y el hombre los años viejos; el dolor lo lleva adentro y tiene historia sin tiempo. Viejo mi querido viejo, ahora ya camina lerdo como perdonando al viento; yo soy tu sangre mi viejo. yo, soy tu silencio y tu tiempo.
Ese que me dio la vida - Alejandro Sanz
Con tu sonrisa de medio la'o, cuántos te quiero te habrás calla'o, cuántas cosas de chiquillo aún conservas en los bolsillos. Con tu eterno cigarrillo, con tu ojera y tu descuido.
La más bella de las danzas, es tu cojera al caminar. Imagino que engordaste, para que el alma te entrase. Imagino que tus canas, son recuerdos en tus bodas de plata.
Con ni sonrisa de medio lao, cuántos te quiero me habré callao. Tú me diste el primer brillo, me sacaste de un bolsillo. Frágil como una pelusa, como una inocente excusa, en una arruga de tu abrigo me sentía protegido.
No eres sólo aquel que firma, en el libro de familia. Ni eres el silencio en el sofá, viendo un partido en zapatillas. Eres mucho más, eres ese amigo que me dio vida, eres ese amigo que me dio vida.
Por eso no quiero dejarte aparca'o, por eso no puedo seguir calla'o, hoy que al fin me he dado cuenta, que me sumabas de tu resta.
Y, déjame por esta noche, ser las manos que te arropen. Y, déjame que te regale, un abrigo nuevo en condiciones. Y, déjame gritar, que orgulloso estoy de ti, y que eres ese amigo que me dio vida, y que eres ese amigo que me dio vida. Ese que es mi amigo, me dio la vida.
Mi Querido, Mi Viejo, Mi Amigo - Roberto Carlos
Esos tus cabellos blancos, bonitos, ese hablar cansado, profundo, que me lee todo, lo escrito y me enseña tanto, del mundo, esos pasos lentos, de ahora, caminando siempre, conmigo ya corrieron tanto, en la vida, mi querido, mi viejo, mi amigo...
Esa vida llena, de historias, y de arrugas marcadas, por el tiempo recuerdos de antiguas, victorias son lágrimas lloradas, al viento, tu voz dulce y serena, me calma, y me ofrece refugio, y abrigo va calando dentro, de mi alma, mi querido, mi viejo, mi amigo...
Tu pasado vive, presente, en las experiencias, sentidas, en tu corazón, conciente de las cosas bellas, de la vida, tu sonrisa franca, me anima, tu consejo sabio, me guía, abro el corazón, y te digo mi querido, mi viejo, mi amigo...
Yo, lo he dicho casi todo, y casi todo es poco, frente a lo que yo siento...
Mirando tus cabellos, tan bonitos, abro el corazón y digo, mi querido, mi viejo, mi amigo... (bis, bis).
Cuando yo quería ser grande - Alejandro Fernández
Se van perdiendo en el tiempo, mis años, se van quedando muy lejos, ya no me lleva mi padre la mano, solamente sus consejos, viven en mí los recuerdos de niño, cuando a una estrella deseaba.
Como recuerdo a mi padre, que con eso sonreía, mientras mi madre miraba.
Años que vienen despacio, primero con que lentitud avanzan
Como queria ser grande, recuerdo, Para no quedarme en casa y acompañar a mi padre muy lejos, tal vez hasta el fin del mundo, porque mi padre era fuerte, era muy inteligente, era mejor que ninguno.
Hoy ya no quiero que pasen los años, porque mi padre ya está viejo, se le han cubierto de arrugas sus manos, y de nieve sus cabellos.
O Señor detén el tiempo te pido, porque tú puedes hacerlo, porque yo en verdad no entiendo Dios mio por qué se nos va lo bueno.
Cuando se cansen un dia tus pasos, Yo quiero ser quien los cuide, mientras tanto dame el brazo, y vamos a ver, que vas a decirme.
Tu fotografía - Gianmarco
Me levanto en tu fotografía, me levanto y siempre ahí estás tu, en el mismo sitio y cada día, la misma mirada el mismo rayo de luz, el color ya no es el mismo de antes, tu sonrisa casi se borró, y aunque no estés claro yo te invento, en mis pensamientos, y en mi corazón...
Nadie tiene un pacto con el tiempo, ni con el olvido y el dolor oh no, si desapareces yo te encuentro, en la misma esquina de mi habitación. Cada día que pasa te pienso y te vuelvo a mirar, cada cosa en su sitio el pasado el presente, en el polvo mis dedos se juntan, y quiero tenerte cambiando conmigo, no he movido tu foto ni el tiempo en los años, si me hablas de lejos procura avisarme temprano, y así controlarme.
Me levanto en tu fotografía, Cada día invento una actitud, y aunque no se note el blanco y negro, Uh no me desespero, uso mi imaginación, nadie tiene un pacto con el tiempo, ni con el rocío de la flor, si desapareces yo te encuentro, en la misma esquina de mi habitación. Cada día que pasa te pienso y te vuelvo a mirar, cada cosa en su sitio el pasado el presente, en el polvo mis dedos se juntan, y quiero tenerte cambiando conmigo, no he movido tu foto ni el tiempo en los años si me hablas de lejos procura avisarme temprano, y así imaginarme, que te tengo aquí....
Carta a un padre - Ricardo Arjona
Ahí serías, por primera vez, el Profe a tus apenas 19 años; pero, además, el rey de la serenata y la bohemia; el príncipe del billar y el enamorado de la vida y las mujeres hasta que doña Mimi te marcó las reglas del juego. Yo ya te admiraba y me faltan años para nacer. A veces llegué a pensar que en el banco de niños soborné a algún ángel de poca vocación para que me brindara el milagro de poder ser hijo de alguien tan extraordinario como vos. De lo contrario, cómo explicar tantísima suerte.
Te enamoraste de Mimi y nacieron mis hermanas, y cuando parecía que la cosa se quedaba así, el ángel corrupto se aprovechó de una noche de descuido y tuviste un accidente al que después llamarías justamente como vos, yo.
¿Te acordás cuando vacié la alcancía de mi hermana para dedicarme a las apuestas del billar? Con apenas 13 años, yo ya me codeaba con los adultos en el sitio aquel y cuando me descubrieron te esperé en la sala para recibir el castigo que me merecía.
Entraste despacio, me viste y me dijiste con voz calmada: “Ponete zapatos, que vamos a salir”; me llevaste a un barrio lejano en un autobús público, entramos a unos billares de los que no me acuerdo el nombre; pediste que te alistaran una mesa y me preguntaste: “¿Qué te gusta jugar?”.
Bola negra, te dije. Jugamos siete partidos y los siete me los ganaste sin dificultad.
Cuando metiste la bola negra en el último juego me dijiste: “Mira si has perdido tu tiempo, le robaste a tu propia hermana, descuidaste tus estudios… y ni siquiera juegas bien”.
Pusiste el taco en la pared y te fuiste. Tuvieron que limpiar con un trapo las lágrimas que boté aquella tarde y no hubo trapo que limpiara en mi interior la lección que me dejaste. Cuando me tocó crecer físicamente lo hice mucho más que vos. Yo llegué al metro noventa y cuatro; vos te quedaste en tu metro sesenta y nueve. Que con los años fue disminuyendo. A pesar de la diferencia, siempre te vi para arriba, porque para mí no había nadie en el mundo más grande que vos.
Te sorprendí viejo en aquel juego de futbol, hace apenas unos años, cuando detuviste la chamusca y me llamaste la atención enfrente de todos y me dijiste: “Sé que en este deporte los pases en profundidad se ponen metros adelante del jugador y en diagonal… pero yo tengo 70 años, cabrón, a mí ponémela en las patas”.
Hace apenas cuatro años, a tus 71, andabas de mochilero recorriendo Europa, haciendo safaris en las tierras más escondidas de África o viajando cada fin de semana con mi madre a cualquier lugar.
Igual un palacio, igual un puesto de comida sacudiendo moscas en la carretera. Jamás te quejabas y te sorprendías por todo.
¿Habrá manera más feliz de vivir? Te extrañé mucho cuando me fui a México, pero siempre supiste que este oficio fue todo culpa tuya, que vos me pusiste la primera guitarra en las manos y me enseñaste los primeros acordes con aquellas cuerdas de metal que ampollaban mis dedos de niño de 7 años.
Hoy, mi biografía es un rosario exhibicionista de logros, tengo lo que no llegué a soñar nunca y, a pesar de todo eso, cada vez que despierto en las mañanas pido al cielo que me permita ser por lo menos solo un poquito como vos.
Alguien decide las llegadas y las partidas en esta obra de teatro que se nos otorga solo por un ratito.
“Desde el parto ya compartimos la epidemia… de este síndrome de la caducidad”.
Sentado en tu lecho de enfermo, tomo tu mano y apenas siento vestigios de la fuerza que ostentaste siempre. No estoy seguro si entendés lo que te digo, pero tus ojos me dicen claramente que sabés a ciencia cierta que tenés contigo mi amor indescriptible, mi admiración y mi profundo respeto.
A tu lado inamovible, ese roble de vitalidad y solidaridad que escogiste como tu compañera de toda la vida, la Mimi, mientras la Ingri y la Vero multiplicándose para que no te haga falta una gota de vida a donde quiera que se consiga.
Hace 75 años, el mundo fue mejor lugar desde que lo poblaste; hoy, seguro vas como a convertir en un mejor lugar a donde quiera que vayas.
El otro día que a mí me toque, espero encontrarme al mismo ángel sin vocación, para sobornarlo de nuevo a cualquier precio y me dé la posibilidad de volverme a encontrar contigo, donde quiera que sea.
Te amaré siempre.
Tu hijo, Ricardo Arjona.
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