El paraÃso casi perdido de los pájaros filipinos
El bosque tropical pluvial del sur de Filipinas contiene algunas de las especies de aves más raras del planeta, pero los apasionados de la naturaleza están obligados a compartirlo con leñadores armados con motosierras.
El bosque tropical pluvial del sur de Filipinas contiene algunas de las especies de aves más raras del planeta, pero los apasionados de la naturaleza están obligados a compartirlo con leñadores armados con motosierras.
Cada año, cientos de turistas se aventuran en esta región, refugio de la rebelión comunista, pese a que las ocasiones de ver pájaros son escasas.
"En los años 1990, en un solo dÃa se veÃan todas las especies endémicas", recuerda el guÃa Felizardo Goring, de 59 años. "Ahora no hay ninguna garantÃa de encontrarlas, aunque pasemos tres dÃas buscándolas por todas partes", asegura a la AFP, tras una salida en vano en busca del pequeño duque de Gurney, un búho misterioso que vive en el sur del archipiélago.
El bosque de 183.000 hectáreas es el hábitat de decenas de especies de pájaros en peligro, como el magnÃfico tchitrec celeste de plumaje azul eléctrico, según la asociación británica Birdlife International.
Pero desde el comienzo de los años 1950, el número de pájaros se ha reducido progresivamente. En aquel entonces el gobierno autorizó a una compañÃa de explotación forestal desbrozar parte de la zona, situada a más de 800 kilómetros de Manila. Las zonas arrasadas se destinaron a plantaciones de pasta de celulosa, cuenta Felizardo Goring.
El gobierno anuló la concesión en 2002 pero la tregua duró poco. Desembarcaron colonos de todo el paÃs para crear nuevas granjas.
- Quema del paraÃso -
Felizardo Goring se convirtió en guÃa en 1994, cuando la región era muy atractiva para los ornitólogos europeos.
Aún quedan especÃmenes de pájaros llamativos. Recientemente, en una excursión con turistas y un reportero de la AFP, el guÃa logró llamar mediante la voz a un cálao.
Gracias a prismáticos, el grupo admiró también un trogón, quizá el pájaro más colorido del archipiélago, cuyo silbido se parece al relincho de caballo.
Y vieron, entre otros, una rhipidura azul, un sastre y un verdÃn, pero no lograron atisbar la gallicolumba de Bartlett o el eurilaimo de Steere, las dos otras especies amenazadas de la región y reputadas por su belleza.
En el decorado resonaba el ruido de las sierras. Los troncos recién cortados esperaban en el camino a que alguien se los llevase. De vez en cuando, los senderistas se topaban con parcelas quemadas y cabañas en construcción. Y con sacos de carbón de leña destinados a la venta.
Jude Sanchez no ocultaba su tristeza. "La última vez que estuve, no habÃa terreno quemado. Ahora es casi omnipresente...", confesaba este jubilado.
En un momento dado, un hombre intenta vender a los ornitólogos aficionados un loro enjaulado, otra forma de acelerar la desaparición de una especie.
Según el guÃa, la cotorra de Luçon desapareció de la zona hace unos 15 años a causa de este comercio. En los mercados de Bislig, la localidad más cercana situada a dos horas por carretera, los pájaros se venden por unos 500 pesos (nueve euros) como animales de compañÃa, o sencillamente como comida.
- Amenaza para Asia -
La tala y la roturación son ilegales, pero las autoridades filipinas tienen dificultades para hacer aplicar la ley por falta de medios humanos y financieros.
Lo que está pasando en Bislig es tÃpico de los bosques tropicales y de los pantanos del continente asiático.
En su último informe, Birdlife International explica que los bosques asiáticos se contraen un 0,7% cada año, vÃctimas de "prácticas forestales insostenibles". La superficie acaba en humo o en leños, un problema agudo en Indonesia, asfixiada por los fuegos forestales de origen agrÃcola.
"A medida que se desforesta, el bosque tropical que antes era continuo acaba fragmentado en parcelas protegidas y desperdigadas en un paisaje esencialmente agrÃcola", añade el informe.
Con "graves consecuencias para los pájaros". De hecho, cuatro de los diez paÃses del mundo más amenazantes para los pájaros son asiáticos: Filipinas, Indonesia, China e India.
En Bislig, Felizardo Goring está convencido de que todos los pájaros desaparecerán para dejar sitio a miles de colonos humanos: "Desaparecerán con el bosque".
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