En el Ártico canadiense, la cultura inuit sufre por el calentamiento
En Umiujaq ya no hay largas temporadas de caza y pesca en el hielo. En los pueblos aislados del Gran Norte de Canadá, el desajuste climático se hace sentir dramáticamente, lo que complica aún más la vida de las comunidades inuit que luchan por preservar sus últimas tradiciones.
En Umiujaq ya no hay largas temporadas de caza y pesca en el hielo. En los pueblos aislados del Gran Norte de Canadá, el desajuste climático se hace sentir dramáticamente, lo que complica aún más la vida de las comunidades inuit que luchan por preservar sus últimas tradiciones.
"Me encanta la pesca en el hielo y adoro las huevas de pescado. Pero la pesca ya solo es posible durante algunas semanas porque rápidamente se vuelve peligrosa", se lamenta Nellie Tookalook, que vive en esta localidad del fin del mundo situada en la costa oriental de la bahía de Hudson, en una región subártica que se calienta al doble de velocidad que el resto del planeta.
El invierno, que antes llegaba en octubre o noviembre, ahora "es más tardío, la nieve se derrite más rápido, los caribús han desaparecido... En muchos aspectos el cambio climático tiene un impacto negativo", cuenta esta madre de familia que enseña el inuktitut, la lengua local, en la escuela del poblado.
En este inicio de otoño, los escasos visitantes de Umiujaq son recibidos por un pelotón de excavadoras. La carretera del pequeño aeropuerto se hundió debido al derretimiento del permafrost, la capa del suelo permanentemente congelada en las regiones polares.
Las obras son vitales. Esta comunidad de 400 habitantes, situada a cuatro horas de vuelo de Montreal, sólo está conectada con el resto del mundo por avión.
Cerca del aeropuerto, varias docenas de casas de madera de colores forman esta aldea nacida hace menos de 30 años. Una comisaría de policía, un dispensario, dos tiendas, dos iglesias, una torre de telecomunicaciones, una radio comunitaria y varios vertederos al aire libre.
El rápido crecimiento demográfico requiere una construcción constante de nuevas casas.
"A causa del permafrost, se ponen los cimientos y luego hay que esperar un año antes de construir", explica Noah Inukpuk, el responsable de la alcaldía.
En Umiujaq, las paredes se agrietan. En Salluit, más al norte, el cuartel de bomberos se desmoronó.
Los primeros daños aparecieron a comienzos de los años 2000, explican en Transports Quebec, donde se controlan los revestimientos de los aeropuertos que salvan del aislamiento a los 11.000 habitantes de esta región sin carreteras.
Los suelos pero también las especies, la vegetación, los regímenes hídricos, el manto de nieve... todo está alterado.
El límite de los árboles remonta implacablemente hacia el norte. En torno a Umiujaq, en el interior, algunos abetos reemplazan poco a poco musgos y líquenes. Y con ellos llegan también alces, marmotas e incluso sapos.
La región descubre las canículas y los ancianos ya no consiguen prever el tiempo.
"El año pasado hizo 30°C", explica Anita Inukpuk, de 22 años. "Es demasiado para mí".
Lucassie Cookie, un pescador de 47 años, explica que "cuando hace calor, los peces se quedan en el fondo. Y luego están los mosquitos y las moscas negras", más agresivas todavía.
- turismo y arándanos -
Pero para los inuit, cuya lengua tiene más de 20 palabras para la nieve, lo más cruel es el retroceso del invierno, que perdió casi dos meses.
Pronto el banco de hielo volverá a formarse en la bahía de Hudson, para una estación probablemente todavía un poco más corta.
El hielo llega cada año más más tarde, pierde espesor, se rompe antes. Recientemente se tragó a un cazador con su motonieve.
Los inuit tendrán más dificultades para encontrar focas, víctimas también del declive de la capa de hielo, o algunas ballenas amenazadas por el auge en la bahía de depredadores como la orca, según los científicos.
"Mi abuela me decía que un día ya no habría nieve. Hoy la creo", explica Lucassie Tooktoo, de 50 años, que enseña cultura local a los niños del colegio.
¿Podría acabar esto con la cultura inuit, ya de por sí afectada por 50 años de transformaciones, sedentarización, pérdida de puntos de referencia, problemas de empleo, de alcoholismo?.
"Sí, podría desaparecer gradualmente", teme Lucassie Tooktoo. "Y no solo por el clima. Se han perdido tantas cosas... Pero el clima no podemos controlarlo".
Charlie Tooktoon, un anciano, está enojado: "Si tenemos que cambiar cambiaremos, pero ¡va tan rápido!"
Mientras, las comunidades tratan de entrever algunas oportunidades, como el turismo que ahora es prácticamente nulo en Umiujaq, donde en los últimos meses se estableció un parque natural.
"Pero es necesario que los ingresos les beneficien a ellas y no a las compañías" marítimas, advierte Louis Fortier, director de Arcticnet, una red científica que interviene en estas regiones.
Otra pista es la explotación de los arándanos y de las setas, facilitada por el aumento de las temperaturas.
A condición de "que las comunidades las aprovechen", precisa el investigador, y agrega que esta región podría ser rica en enseñanzas para los países del sur encaminados ellos también hacia un calentamiento con múltiples de consecuencias.
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