En la capital de cañas y tapas, los bares se vacían por el coronavirus
En la capital de las cañas y las tapas, cada vez menos madrileños toman cafés en las barras o comparten tapas, bajo la amenaza del coronavirus que puede llevar al cierre de sus queridos miles de bares.
En la capital de las cañas y las tapas, cada vez menos madrileños toman cafés en las barras o comparten tapas, bajo la amenaza del coronavirus que puede llevar al cierre de sus queridos miles de bares.
El viernes por la mañana, el alcalde José Luis Martínez-Almeida anunció que habían ordenado el cierre de terrazas y recomendado a bares y restaurantes bajar las persianas.
Un poco antes, algunos albañiles seguían encaramados a la barra del Paraíso del Jamón, cerca de la célebre plaza de la Puerta del Sol.
Y en el café Pascual, en el habitualmente bullicioso barrio de la Latina, un jubilado de 71 años saborea su café con leche diario pensando que "hoy es el último día que abre este bar". "Mejor desayunar en casa mañana", afirma Mauricio.
En el Casa Camacho normalmente hay que sacar los codos para conseguir sitio en la barra. Pero el jueves por la noche, apenas hay media docena de españoles y algunos turistas en este minúsculo local abierto en 1929.
La campana que hacen sonar cuando un cliente deja propina se ha quedado casi muda.
"Hoy ha empezado el pánico, mañana habrá más", asegura Víctor Rodríguez, un ingeniero de 43 años mientras se bebe un vermut de la casa.
"He mandado un mensaje a mi amigo: 'vamos a quedar hoy a tomar un vino antes de que nos lo prohíban'. Hemos venido andando, sin utilizar los transportes públicos y con las manos limpias", explica.
Una pareja de españoles con camisetas blancas solo quiere hablar de forma anónima mientras toma algunos aperitivos. "Teletrabajamos porque nos obligan, pero no he cambiado mi vida", dice el hombre, analista del mercado de petróleo y gas.
Aunque la epidemia ya causó más de 3.000 infectados y más de 80 fallecidos en España, este madrileño de 32 años reconoce que se lo toman "un poco a la ligera". "Pensamos que si nos ponemos enfermos, lo podemos superar", afirmó.
El camarero Pedro Zambade subraya que una vitrina protege las tapas de chorizo o anchoas del mostrador. "Y cuando las servimos, es para cada uno lo suyo", explica el empleado que ya vislumbra unos días de vacaciones forzosas.
- "El bar, un servicio público" -
El jueves, el jefe de gobierno español, Pedro Sánchez, llamó a "la responsabilidad y la disciplina social".
En el bar-restaurante Rocafría, en el centro de la ciudad, el jefe de servicio Andrés Sierra todavía servía a los clientes habituales.
El bar, en España, "es un servicio público, una cultura, vivimos en los bares", dice un camarero de 58 años. "Puede que no tengas casa, pero siempre tendrás un bar donde parar", insiste.
"Tienen que cerrar todo salvo los bares", añade Andrés, aunque rápidamente precisa: "es una broma (...) si los cierran un tiempo, no pasa nada".
- "No es lo mismo" -
En Italia, donde el virus provocó más de 1.000 muertos, todos los bares y restaurantes cerraron. En Bélgica siguen la misma senda.
Pero una cliente del Rocafría, Ángela Herrera, bromeaba el jueves: "¡Si nos ponen en cuarentena, mejor que sea dentro de un bar!".
Esta abogada de 49 años compartía su ración de patatas con pimientos con un militar. "Es mi pareja, por eso nos da igual contagiarnos mutuamente", afirmó.
Entre las 9.000 calles de Madrid se pueden encontrar más de 18.000 locales donde tomar una cerveza, un café o unas tapas: bares, restaurantes, cafeterías, abiertos a veces hasta las tres de la mañana.
Pero en el bar Stop Madrid de la calle Hortaleza, los clientes ya no se paran.
"Este bar siempre está lleno de 50 o 60 personas. Ahora (jueves) solo hay cinco brasileños", dice su camarero Jersel Villalba. "La vida continúa, pero no es lo mismo" cuando la amenaza del virus vacía incluso los bares de Madrid.
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