Desde Naraha (Japón) (AFP)

Fukushima quiere renacer con los Juegos Olímpicos de Tokio-2020

El complejo deportivo J-Village en la región de Fukushima, en el norte de Japón, fue durante varios años un centro de operaciones de lucha contra las consecuencias de la catástrofe nuclear de 2011. Restablecido recientemente como centro de entrenamiento, se convertirá en un símbolo de esperanza al acoger la llama olímpica el próximo año.

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Unas lonas cubren un campo descontaminado en Futaba, en la prefectura japonesa de Fukushima, el 2 de agosto de 2019 - AFP/AFP
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El complejo deportivo J-Village en la región de Fukushima, en el norte de Japón, fue durante varios años un centro de operaciones de lucha contra las consecuencias de la catástrofe nuclear de 2011. Restablecido recientemente como centro de entrenamiento, se convertirá en un símbolo de esperanza al acoger la llama olímpica el próximo año.

Es en este centro de entrenamiento, construido en 1997 en Naraha, donde el próximo 26 de marzo comenzará el periplo a través del archipiélago de la antorcha de los juegos Olímpicos de Tokio-2020. "El relevo de la antorcha es una oportunidad de oro para enviar al mundo un mensaje sobre la reconstrucción", opina Yusuke Takana, de 32 años, uno de sus responsables.

El complejo también se utilizará para el entrenamiento de las selecciones masculina y femenina japonesas de fútbol, y el equipo de rugby argentino prevé entrenarse aquí antes de la Copa del Mundo, que empieza el 20 de septiembre.

Los torneos olímpicos de béisbol y sóftbol, los deportes favoritos de los japoneses, tendrán lugar en otras partes de la amplia prefectura de Fukushima, cuyos habitantes y representantes públicos esperan mejorar su reputación manchada por el peor accidente atómico desde el ocurrido en Chernóbil, en la Unión Sovética, en 1986.

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El complejo deportivo J-Village, en la ciudad japonesa de Naraha, en la prefectura de Fukushima, mostrada a la prensa el 2 de agosto de 2019 (AFP/AFP)

Durante años, miles de trabajadores con trajes especiales antirradiación, máscaras y dosímetros han ido cada día del J-Village a la central Fukushima Daiichi, destrozada por la inmensa ola del tsunami provocado el 11 de marzo de 2011 por un sismo de magnitud 9,0.

- "Apoyar la reconstrucción de la región" -

Sus campos deportivos, ubicados en el límite del radio de 20 km de la zona prohibida inicial, se utilizaron como helipuertos. Se construyeron una célula de descontaminación y unas viviendas temporales para los obreros, mientras que vehículos blindados y de bomberos estacionaron en sus aparcamientos.

"Fue muy doloroso para nosotros ver esas construcciones en el suelo donde nos entrenábamos en nuestra juventud", explica Ayako Masuda, de 44 años, exarquera de un club femenino de fútbol gestionado por el encargado de la central Tokyo Electric Power (TEPCO).

El trabajo titánico de limpieza de la central continúa pero la implicación del J-Village ha disminuido progresivamente, y se volvió a abrir por completo el pasado abril. A principios de agosto, los escolares jugaban con la pelota bajo los gritos de ánimo de sus padres y entrenadores. "El campo es hermoso, realmente vale la pena jugar aquí", comentaba entusiasmado Ryuki Asai, de 12 años.

Una pantalla digital ofrece el nivel de radiación frente a la puerta de entrada. 0,111 microsieverts por hora, casi el mismo que el de Gifu, en el centro de Japón (0,110). Emiko Takahashi, que vino desde Tokio con su hijo, había verificado la tasa en la página web del J-Village antes de hacer el viaje. "Venir aquí con mi hijo es una manera de apoyar la reconstrucción de la región de Fukushima", dice la mujer.

- "Quiero volver" -

Más de 160.000 personas fueron evacuadas luego del desastre. Algunas zonas afectadas permanecen prohibidas y unos 43.000 habitantes no han vuelto todavía.

Muchos habitantes, incitados por las autoridades a volver por la cercanía de los Juegos, se niegan a obeceder. En parte, debido a la decisión de elevar el nivel aceptable de exposición a la radiación de 1 milisievert (mSv) por año a 20 mSv/año, equivalente al autorizado para los trabajadores de las instalaciones nucleares.

La prefectura de Fukushima también prevé eliminar casi todas las subvenciones de alojamiento de aquí a finales de marzo de 2021, una forma de forzar a algunos a volver a su casa abandonada.

Los niveles de radiación en las inmediaciones de la central siguen siendo extremadamente elevados, lo que obstaculiza un proceso de desmantelamiento que debería extenderse por décadas. Y la región sigue siendo asociada al accidente nuclear, hasta el punto que algunos consumidores evitan sus productos alimenticios.

"Espero que cuando estos niños regresen a su casa digan que Fukushima estaba bien", declara Sadaharu Oh, exleyenda japonesa de béisbol, organizador de un torneo promocional de la región que reunió a niños de 13 países en el parque deportivo de Azuma, a principios de agosto.

Yi-Yu Tseng, de 10 años y originario de Taiwán, admite haber tenido "un poco de miedo" antes de venir. "Pero ahora tengo menos miedo", asegura. "Quiero volver a Fukushima".



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