Los cazadores contraatacan tras la muerte del león Cecil
Los cazadores profesionales defienden su labor tras la indignación provocada por la muerte del león Cecil en Zimbabue y recuerdan que su oficio se rige por reglas estrictas destinadas a preservar el medio ambiente y a apoyar a las poblaciones locales.
Los cazadores profesionales defienden su labor tras la indignación provocada por la muerte del león Cecil en Zimbabue y recuerdan que su oficio se rige por reglas estrictas destinadas a preservar el medio ambiente y a apoyar a las poblaciones locales.
La mayoría de los cazadores reconocen que Cecil fue abatido de forma ilegal, pero consideran que las duras críticas que recibieron están fuera de lugar.
"Los amantes de los animales tienden a olvidar los beneficios que se consiguen al gestionar correctamente un recurso", dice Emmanuel Fundira, presidente de la Asociación de Organizadores de Safaris de Zimbabue.
"No pueden verlo porque se centran en el valor sentimental de intentar proteger al animal (...) Pero es otra historia en África, porque los beneficios sociales de la caza son enormes", explica.
Zimbabue impone una cuota anual sobre la caza de leones aprobada por la Convención sobre el Comercio internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). En general no se pueden abatir más de 30 ejemplares, según Fundira.
Un cazador debe tener un permiso, cazar solamente durante el día en terrenos privados o disponer de una autorización para hacerlo en zonas públicas. Además debe ir acompañado por un guardabosques.
Una cacería de león cuesta entre 60.000 y 120.000 dólares y puede durar entre siete y 21 días. En algunos casos, se puede recurrir a un cebo para matar al felino.
Los cazadores suelen utilizar un rifle, pero unos pocos aficionados pagan unos 3.000 dólares más para poder matar al león con un arco y con flechas, precisa Fundira.
Cecil fue presuntamente atraído fuera de la reserva natural en la que se hallaba y abatido con un arco.
Aún se desconoce si su verdugo, el dentista estadounidense Walter Palmer, disponía de todos los permisos necesarios para cazar en Zimbabue.
El dinero de la caza se invierte supuestamente en mantener las tierras locales y en pagar al personal, aunque suele haber poca transparencia sobre su uso.
- ¿Grupos aislados? -
Hermann Meyeridricks, que preside la Asociación Profesional de Cazadores profesionales de Sudáfrica, opina que el caso de Cecil no es representativo.
"Uno no debe confundir los beneficios que la caza aporta a las comunidades en toda África con una actividad ilegal, como la que, al parecer, tuvo lugar en Zimbabue", asegura.
Meyeridricks cree que la caza puede incluso contribuir a los esfuerzos por preservar el medio ambiente, "al dar un motivo para mantener un alto número de leones... vivos".
El cazador reconoce que la muerte de Cecil es lamentable, aunque no le sorprende que ocurriera.
"Cada industria tiene sus grupos o elementos aislados, y la industria de la caza no es distinta", considera Meyeridricks.
Los defensores del medio ambiente discrepan y aseguran que el caso de Cecil no es único, subrayando la caída de la población de leones en el continente y culpando a la industria de la caza de facilitar lo ocurrido en Zimbabue.
"La muerte de Cecil es absolutamente reprobable y, por desgracia, este caso no es una anomalía", declaró esta semana Luke Hunter, presidente de la asociación Panthera.
Unos sondeos recientes indican que el número de leones se redujo de 30.000 ejemplares a 20.000 en las dos últimas décadas, según Panthera.
"Las matanzas ilegales de leones son una amenaza real para la supervivencia de la especie", lamentó Hunter.
Chris Mercer, fundador de la ONG sudafricana Campaña Contra la caza Enlatada -una práctica en la que se encierra al animal en un espacio confinado para abatirlo-, describió la muerte de Cecil como "una típica caza de león con arco".
"No dejen que la industria de la caza le convenza de que el incidente de Cecil era una manzana podrida", declaró.
Mercer, un activista de 69 años que lleva 16 luchando contra la caza de leones, teme que el gobierno sudafricano y otros ejecutivos del continente se muestren demasiado compasivos con el lobby de la caza.
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