Desde Tokio (AFP)

Ritos funerarios de alta tecnología en Japón

Masayo Isurugi se instala en una cabina en la sexta planta de un elegante inmueble de Tokio, se identifica con una tarjeta con chip y espera a que un sistema automatizado le presente una caja con la urna funeraria de su marido.

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Budas luminosos para orar por los difuntos en el templo Kokokuji en Tokio, el 16 de marzo de 2022 - AFP/AFP
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Masayo Isurugi se instala en una cabina en la sexta planta de un elegante inmueble de Tokio, se identifica con una tarjeta con chip y espera a que un sistema automatizado le presente una caja con la urna funeraria de su marido.

Esta viuda de 60 años forma parte de un pequeño pero creciente grupo de personas en Japón que escogen romper con los ritos funerarios tradicionales y las criptas familiares habitualmente situadas en zonas rurales para decantarse por modernas instalaciones como el Kuramae Ryoen.

Mientras Isurugi espera en la cabina, detrás de la pared, un transelevador automatizado se mueve silenciosamente y selecciona el "zushi", el receptáculo que contiene la urna con las cenizas de su esposo Go.

Unas puertas corredizas de madera se abren delicadamente, como un ascensor de un hotel de lujo, y revelan un altar de piedra negra y brillante con el "zushi" requerido en el medio, mientras una pantalla al lado proyecta una fotografía de Go.

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Masayo Isurugi reza ante un altar y la caja con la urna funeraria de su marido, aportada por un sistema automatizado en el Kuramae Ryoken de Tokio, el 24 de febrero de 2022 (AFP/AFP)

"Al principio, me decía que a este tipo de servicio podía faltarle calidez y que prefería una tumba tradicional en el suelo", reconoce Isurugi a la AFP.

"Pero ahora encuentro que es mejor tener un lugar donde pueda ir cuando quiero rezar, más que una cripta familiar que raramente puedo visitar" porque se encuentra a dos horas en tren, explica.

- Tumbas tradicionales olvidadas -

En Japón, la tradición marca que las cenizas de un difundo deben descansar en una cripta familiar usada desde hace generaciones. Los hijos mayores son generalmente los encargados de mantener la tumba y pagar anualmente al cementerio.

Pero el envejecimiento acelerado de la población nipona y el éxodo rural han creado un desequilibrio entre el número de tumbas a mantener y el de jóvenes generaciones que están dispuestas a ocuparse de ello.

"Tengo un cementerio tradicional en este templo con alrededor de 300 tumbas", cuenta Tomohiro Hirose, monje del templo budista que gestiona también los servicios de Kuramae Ryoen.

"Pero ya no hay padres para mantener la mitad de las tumbas. La transmisión familiar se ha perdido. Van a quedar olvidadas rápidamente si no lo están ya", explica.

Ante este problema han surgido cementerios más modernos, que proponen conservar las cenizas durante un periodo determinado, normalmente por tres décadas.

Estas urnas se conservan en columbarios colectivos. Pero los nombres de cada difunto, en ocasiones sustituidos por códigos QR, están grabados en placas personales, y los monjes continúan rezando por sus almas.

- Budas luminosos -

Tras las cabinas de recogimiento del Kuramae Ryoen se esconde un almacén automatizado digno de un grupo industrial, capaz de albergar hasta 7.000 "zushi", con varias urnas de una misma familia en cada uno de ellos.

El dispositivo ha sido suministrado por Daifuku, una sociedad japonesa especializada en los sistemas de logística y que se considera la primera en haber ofrecido una solución automatizada a un templo nipón en los años 1990.

Desde entonces, Daifuku "ha construido sistemas similares para unos 60 recintos" funerarios en Japón, declara a AFP Hidenobu Shinnaka, un responsable de la empresa, añadiendo que otros países asiáticos se han interesado en sus servicios.

Estos nuevos cementerios ofrecen otra ventaja a las familias: su coste. Comprar un lugar en uno de ellos cuesta alrededor de 7.000 dólares, la mitad que una tumba clásica, según Kamakura Shinsho, una sociedad de mediación con los cementerios.

En otro templo tokiota, Kokokuji, más de 2.000 estatuillas de cristal de Buda decoran los muros de un espacio octogonal. Cada una de ellas simboliza los miembros de una familia cuyas cenizas se conservan en ese lugar y se ilumina cuando un familiar se identifica digitalmente.

El espacio se puede iluminar por complejo bajo demanda o emitir colores más tenues para ayudar al recogimiento.

La tecnología no cambia la forma de rezar por los muertos, defiende Taijun Yajima, el monje en el origen de la creación de este espacio. "Me preguntaba cómo las personas pueden descansar en un ambiente cálido y he aquí la respuesta", asegura.



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